Que viva el Oso


Ya es hábito viejo dedicarle en el otoño un artículo al oso. Porque, de alguna manera, ahí están las estadísticas, el Plan de Conservación del Oso Pardo está dando noticias esperanzadoras con un ligero aumento de la especie.


Lo del oso es bueno, funciona bien, los políticos lo tienen muy a menudo en su pensamiento y los conservacionistas están que se salen de gozo, y así se lo hacen ver en un encuentro digital que promueve el diario “la Nueva España”, al coordinador de este tipo de eventos, José Luis García Lorenzo.

Parecen contentos por una noticia que saltaba recientemente a los medios y en la que se hablaba de enseñar a los turistas los lugares por donde transitan los osos.

A nadie se le escapa que quienes le promocionan y vigilan están de uñas contra el progreso y que impedirán mientras esté en su mano todo lo que implique un cambio en el entorno y que ellos definen como un ataque al bicho.

No estaban aquí cuando en la zona se explotaba las minas, se dinamitaban las rocas; no estaban, cuando un número significativo de familias se dedicaban a la ganadería y auténticas cabañadas invadían los caminos. No estaban aquí cuando los de Polentinos se encontraban con los de Resoba, o los de La Abadía, o los de Vañes, en los caminos que llevan a la Sierra o, en los que conducen hacia el puerto, o en tantos otros cruces de caminos.

Y el oso iba y venía entre todos, sabiendo incluso que alguien podía abatirle de dos tiros. Y el oso llegó hasta nuestros días, no por ellos, que no estaban, que no habían nacido, que no se imaginaban entrar en el libro Guiness por su lucha sin cuartel para evitar la desaparición del oso. ¡Díos mío, qué digo yo¡, si esto llega a ocurrir, nos sumiría en una depresión como la que azotó al mundo en los años 30.

El oso se alimentó de nuestros arándanos y se atrevío a atacar nuestras colmenas en otoño, pero nadie lo mató por eso.

Con mayor o menor acierto he defendido siempre la labor de quienes están dentro, de quienes cobran por dedicarse a defenderlo. Están para hacer eso y lo hacen bien.

Pero no entiendo el enamoramiento que el animal despierta en el resto: hombres de ciudad imbuidos por el tráfico, que conocen de refilón estos lugares y son capaces de desplazarse a una manifestación que trata de la defensa del oso. Que hay quienes consideran prioritario a todo, el esclarecimiento de su muerte; que se persiga con encono a quienes se les pase por la cabeza envenenarlo o darle un tiro, ni aún en defensa propia.

Fundación Oso, Senda del Oso, excursión para ver al oso; cómo vive, cómo duerme, como pasa el invierno, como trepa a los árboles, la pisada del oso, la cagada del oso... Hay un completo y exhaustivo manual del oso, como especie en extinción a cuyo estudio y bibliografía viven entregados cientos de personas.

Mientras tanto, el hombre agoniza, la especie humana emigra y a quienes se deciden a seguir viviendo aquí se les acota el paso, se les prohibe la queja, da igual lo que pase con su vida.

Pues, qué bien, pues qué gracia. ¡Que viva el oso¡ ¡Pobre oso¡


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