A pulmón cerrado


Sorprende a mucha gente la actuación de algunos colectivos, que defienden con uñas y dientes ciertos hechos: véase la tala de árboles, la limpieza de los ríos... y nada dicen de la explotación a cielo abierto. O, si lo dicen, muy bajito.
Me lo pregunta un vecino de aquellos pueblos de La Peña, que ha salvado una de sus tierras porque una mujer se negó a vender la que lindaba con ella. “ Si a mí me dan dos millones por ella, yo la vendo” –reflexionaba. ¿Qué haríamos nosotros si pagasen tan bien unas fincas que siempre se han dejado a cambio de un carro de leña, o por nada, o que se han llenado de maleza porque quienes las llevaban se cansaron de prepararlas? Pues eso, venderlas al mejor postor sin importarnos lo que hagan luego de ellas. Es por eso que, todo el éxito que puedan obtener quienes se movilizan en contra, peligra si un empresario sin escrúpulos y con dinero se decide a llevarles la contraria.

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