Galleta amarga


Todos tienen razón, pero son pocos. Es verdad que han cerrado empresas en muchos lugares por voluntad o quiebra. Aquí se quiere cerrar Fontaneda -como han dicho- porque la presión humana no les hará ningún efecto a quienes adquirieron la fábrica para jugar con ella. Quienes ahora desprecian su valor (porque nada les costó levantarla) se quedan tan frescos notificando al empleado un destino nuevo lejos de los suyos, lejos de la tierra que aman. Cuarenta añós después, resurge aquel efecto que parecía episodio para las hemerotecas, reaparece el fantasma de la emigración, notablemente desfigurado, porque no va la gente voluntaria a buscar futuro, sino obligados por cuatro danzantes que han dado la puntilla al sueño de un hombre llevado a lo más alto. Y es que yo me pregunto: ¿pero hay pena más grande que la muerte definitiva de una tierra? Tarde nos vamos dando cuenta de lo que pintamos para el mundo.

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