La Ley de la jungla

En otras ocasiones me he referido a ello, pero vuelve mi asombro cuando leo las historias que sobre el «Parque Natural» aún sin declarar oficialrnente- vierten otros medios de comunicación. Los vigilantes de esta tierra, que desde luego no serán los que viven en ella, porque esa norma obedece a la estúpida rutina de los gobiernos de turno empeñados en manejarnos, expropiarnos, limitarnos ...
etc., van a prohibir -señalan- los movimientos de tierra. No sabemos cuándo, porque todavía en diversas zonas de nuestra montaña se sigue moviendo tierra, ocultando dicha actividad como mejor entienden: «se trata de calícatas pequeñas -explican-, aludiendo a investigaciones de las vetas internas que "se vienen realizando en algunas de las escasas minas de carbón que ahora quedan».



Lo cierto es que en esta selva la gente sigue comprando individuos en la administración que son los encargados de hacer caso omiso de las denuncias que reciben por parte de quienes todavía se lo toman en serio. Cuando una conocida empresa nacional, accedió al cueto de San Salvador para instalar una caseta y una torre de comunicación, se sabía que faltaban muchos papeles, algunos permisos imprescindibles y, después, cuando las autoridades provinciales acudieron a la inauguración nos lo vendieron como la más moderna estación de telefónica. Allí mediaban intereses fuertes y aunque había que pasar por la madriguera del oso, nadie levantó la voz, ni siquiera los naturalistas palentinos que con tanto ímpetu vienen denunciando otras actividades. Para los privilegiados se rompen todas las limitaciones, como si al final de las propuestas se alzaran elementos oscuros y comprometedores, que prestidigitadores muy documentados se encargarán de transformarnos en bienes públicos, en eficacia, en avance tecnológico sin precedentes. Es verdad que muchos pueblos se han beneficiado de esta obra que atraviesa la Cajiguera y se alza en el Cueto, pero esa no es la cuestión.

Se establecen las normas antes de pisar en el terreno. Quienes tienen dinero compran las conciencias más sanas y te implantan sus historias por la brava. Los alcaldes son como cauces hipnotizados por donde baja el pueblo entero, sumiso, obediente, ignorando el alcance de sus actos. 
«Que no se queme ... », «Que no se vierta ... », «Que no se edifique ...», «Que no se instale... », «Que no ... 
Primero los recortes, las prohibiciones, todo lo demás ya se discutirá mañana sabiendo que mañana puede ser el siglo que viene.

Así andamos, en la frontera de un tratamiento injusto, donde sigue primando la ley del más fuerte, donde la administración regional, una vez descubierta la riqueza que atesora esta tierra (volviendo en cambio la cara a las carencias), saca en tromba los tentáculos y lo absorve todo estableciendo leyes por encima de las ordenanzas que se fijan los pueblos. El ejemplo más reciente: Salinas de Pisuerga. Pero ese asunto merece un artículo que les serviré la próximá semana. 

De la sección del autor "Fuente Cobre" en Diario Palentino.
Sábado, 2 de Septiembre de 1995

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