Trámites de muerte en los pueblos de La Peña

El laicismo imperante ha hecho de la muerte un rito más, sin apenas trámites, de los que se encargan en la mayor parte de los casos, los seguros contratados por la familia. El escritor de La Peña, Luis Manuel Mediavilla lo expresa bien en la revista de Folklore que edita la Fundación Joaquín Díaz.

"Ahora se muere rápida y limpiamente, sin apenas más manifestaciones que los meros trámites burocráticos; hospitales, residencias, tanatorios y funerarias se encargan, primero, de separar y alejar al enfermo del entorno familiar y, luego, de maquillar al muerto y a la muerte, despojándoles de cuidados, ritos y crudezas familiares y sociales."


El laicismo imperante ha hecho de la muerte un rito más, sin apenas trámites, de los que se encargan en la mayor parte de los casos, los seguros contratados por la familia. El escritor de La Peña, Luis Manuel Mediavilla lo expresa bien en la revista de Folklore que edita la Fundación Joaquín Díaz: "Ahora se muere rápida y limpiamente, sin apenas más manifestaciones que los meros trámites burocráticos; hospitales, residencias, tanatorios y funerarias se encargan, primero, de separar y alejar al enfermo del entorno familiar y, luego, de maquillar al muerto y a la muerte, despojándoles de cuidados, ritos y crudezas familiares y sociales."

Pero hay algo que no ha variado en el tiempo; es más, que se ha acentuado de una forma preocupante, y no me refiero al laicismo que tanto se ha extendido, sino a la más absoluta indiferencia ante el hecho de la muerte. Y sobre todo, a la preocupación de los vivos por el reparto de la herencia. Precisamente, en este curioso ensayo de Mediavilla, se nos manifiestan todas aquellas pautas vividas en muchos pueblos de la Peña, la gran cantidad de rezos y oficios que programan los propios finados en sus últimas horas, lo que implicaba en muchas ocasiones un cuantioso desembolso, tratando de salvar su alma a toda costa. Lo que la sabiduría popular no ponía en duda era la proximidad de la última hora, precedida habitualmente por una mejoría que unos a otros entendían como "la mejoría de la muerte". En 1755 el Visitador Pastoral deja este recado en Recueva de la Peña: «Quando algun enfermo estuviese en las ultimas agonias se avise al sacristan para que con la campana mayor de doce golpes con alguna pausa, cuya señal sirva a los demas fieles… para rogar a N(uest)ro S(eño)r auxilie… al moribundo en tan terrible trance…».

Parece que en aquel pueblo, Clotilde Valbuena era la que se encargaba de llevar el consuelo y los últimos consejos a la familia:

Adiós Padre, adiós Madre;
adiós Hijos, adiós Patria;
si algo os he parecido,
luego me veréis sin nada.

De la sección "La Madeja", en Diario Palentino y Globedia
Imagen: Recueva de la Peña, por José Luis Estalayo

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