El crimen de Rabanera
Arturo San Rufo fue el organizador de las primeras jornadas de blogueros riojanos y leo en la sección digital de un diario de aquella comunidad, la idea que este evento les sugiere de entrevistar a quienes se mueven en el mundillo de las bitácoras. Así aparece la actividad frenética de Paca Sapena, nacida en Manises (Valencia), en 1955, casada con un riojano y residiendo en Navarrete, un municipio situado a 9 kms de Logroño.
Resulta que, en "puertas con vivencias", recorre pueblo a pueblo la Rioja y llega a Rabanera donde se suscita esta curiosa leyenda. Cuentan que, en cierta ocasión, reunido el alcalde y los concejales a puerta cerrada, decidieron matar al cura, que siempre estaba en contra de sus decisiones. La idea era matarlo y buscar una coartada para despistar a la justicia.
Habían acordado matarlo en el huerto donde acudía cada mañana. Al miembro de la corporación que le tocó en suerte, bajó con su trabuco de mañana y le mató de un tiro. El criminal se dirigió después hacia el lavadero donde había acordado encontrarse con los otros concejales y el alcalde. Escondieron el arma y se dirigieron después a San Román, a coger la diligencia que los llevaría hasta la capital. Pero ya saben ustedes cómo son en los pueblos. Siempre hay alguien que todo lo ve y lo oye, como sucedió aquel día en Rabanera. Cuando ocurrieron los hechos, una mujer sacudía las alfombras. Y escuchó un tiro y vio correr campo a través a un hombre y lo vio llegar al lavadero donde le esperaban otros tres.
Avisó a otros vecinos, fueron hasta el huerto del cura y lo encontraron muerto. Enseguida, un vecino salió a caballo para Logroño donde dio cuenta de los hechos, pasando los culpables de la estancia del Gobernador con quien estaban reunidos, a la cárcel. Desde entonces a los de Rabanera los llaman "matacuras" y, la leyenda, aunque no parece causa suficiente, podría servir para justificar el hecho de que a partir de aquel momento la residencia del cura pasó a ser Ajamil, pueblo situado en la cuenca del rio Leza y formado en la actualidad por tres núcleos de población: Ajamil de Cameros, Larriba y Torremuña.
Según explica Paca, el relato se lo debemos a Felipe Martínez Calleja (2007), natural de Jalón de Cameros y residente en Trevijano y nos sirve para ir conociendo historias curiosas de rincones apartados como el nuestro.
Habían acordado matarlo en el huerto donde acudía cada mañana. Al miembro de la corporación que le tocó en suerte, bajó con su trabuco de mañana y le mató de un tiro. El criminal se dirigió después hacia el lavadero donde había acordado encontrarse con los otros concejales y el alcalde. Escondieron el arma y se dirigieron después a San Román, a coger la diligencia que los llevaría hasta la capital. Pero ya saben ustedes cómo son en los pueblos. Siempre hay alguien que todo lo ve y lo oye, como sucedió aquel día en Rabanera. Cuando ocurrieron los hechos, una mujer sacudía las alfombras. Y escuchó un tiro y vio correr campo a través a un hombre y lo vio llegar al lavadero donde le esperaban otros tres.
Avisó a otros vecinos, fueron hasta el huerto del cura y lo encontraron muerto. Enseguida, un vecino salió a caballo para Logroño donde dio cuenta de los hechos, pasando los culpables de la estancia del Gobernador con quien estaban reunidos, a la cárcel. Desde entonces a los de Rabanera los llaman "matacuras" y, la leyenda, aunque no parece causa suficiente, podría servir para justificar el hecho de que a partir de aquel momento la residencia del cura pasó a ser Ajamil, pueblo situado en la cuenca del rio Leza y formado en la actualidad por tres núcleos de población: Ajamil de Cameros, Larriba y Torremuña.
Según explica Paca, el relato se lo debemos a Felipe Martínez Calleja (2007), natural de Jalón de Cameros y residente en Trevijano y nos sirve para ir conociendo historias curiosas de rincones apartados como el nuestro.
De la sección "La Madeja" en Diario Palentino. 2017