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Mostrando entradas de junio, 2000

El diablo cojuelo

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La vida se mueve a una velocidad de vértigo. En el pasado más reciente uno se impresionaba fácilmente con las historias más pequeñas: las leyendas que al amparo del silencio y en connivencia con aquellos lugares tomaban formas caprichosas, según la voluntad del narrador; historias que fluían sin cesar y en las que se iban acomodando unos personajes que bien avanzados los años siguen moviéndose al son del tocador de turno.   Yo agradezco mucho esta ventana que me abren, donde vengo a convocar y a insistir una vez tras otra en la memoria del corazón, emulando torpemente al “Último hombre”, de Albert Camus (borrador hallado en el coche donde encontró la muerte), que la editorial rescata en su memoria póstuma. Porque en el goteo de estas narraciones aflora el homenaje a los primeros fundadores de los pueblos, lo que se traduce en permanencia desde nuestra humilde posición, sin olvidar el sacrificio que implica vivir cada día más alejado de ese mundo, metidos en esa velocidad vert