Aquellos emigrantes (I)


Interrumpo y valoro un correo, que mi amigo Luis Guzmán envía al misionero José Luis Estalayo, que me saluda desde México.
José Luis nació en Tremaya, pueblo en el que recayó nuestro mentor allá por el año 1943.
Cuando Luis ejercía como maestro en la escuela de San Felices, cuenta que, acompañado por Clementino, el hijo del maestro de Herreruela, llegaba hasta Celada, subían por Valsemana hasta la Espina para caer así por gran pendiente sobre Tremaya. En ese cúmulo de recuerdos, Luis se detiene en la cantina, en la pradera donde se hacía el baile, en las eras donde se jugaba a las cartas y se adquirían pipas y almendras garrapiñadas.
Luis recuerda también a la abundante mocedad de los pueblos inmediatos. Mi amigo y maestro nunca deja de asombrarme, porque tiene tantos recuerdos que sería justo acudir a él para conocer muchas de las historias que los propios lugareños olvidaron.


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