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Mostrando entradas de octubre, 2002

Los pueblos del silencio

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No es malo que quienes conocen el olvido, porque lo viven a diario, se apresuren a combatirlo, desnucando contra los muros de la Administración su incesante lamento. ¡Cuántas veces ha cundido el desánimo, porque no encontramos en el horizonte una señal que nos devuelva la tranquilidad! Coincide este comentario con la entrada a la dirección de este periódico de Antonio Mencía que, posiblemente, conocerá en profundidad la historia de tantos pueblos burgaleses que también sucumbieron con la llegada del progreso. Algunos para siempre; otros, lentamente, y que han sido rescatados en la memoria por el espeleólogo burgalés Elías Rubio Marcos, con una entrega sin límites, labor que en nuestra Palencia ha venido desarrollando nuestro común colaborador y académico Gonzalo Alcalde Crespo. Yo no he puesto la última palabra y sólo se verá cumplido un poco de mi anhelo, cuando lleve a la imprenta un libro como el que tengo ante mis ojos, de 415 páginas, donde se materializa definitivamente la e

Síndrome de antaño

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Quiso la providencia hace unos años meterme en el cuerpo el síndrome de antaño. A fuerza de revisar viejos juramentos y sin otra intención que la de procurar paz a mi espíritu, todos los caminos me iban conduciendo al pasado, a las gentes que poblaron la Montaña. Por más desgracias que nos vengan, aunque la gente a la que queremos se nos vaya marchando, siempre nos queda su recuerdo, su rincón, su costumbre. Porque somos en buena medida la prolongación de ellos y, en la medida de nuestras fuerzas, hemos de luchar por conservar lo que nos legaron. Por eso estoy aquí de nuevo, al inicio de un cuaderno en el que me propongo remover un poco esas inquietudes que ahora encuentro dormidas. Remover un poco esas conciencias que por capricho o por ofuscamiento se hallan enfrentadas. Que la vida es cosa de dos días y no conviene distraerse con las espinas. Pasemos página para bien, para mejor, para orgullo y ejemplo de los que ahora empiezan.-

Detrás del éxodo

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Fontaneda era un prestigioso escudo para la villa. En aquellos momentos todo era negro. Y nos fallaron los malos augurios. "Siro" y "Gullón" siguen creciendo hoy (2011) a un ritmo trepidante. Lo peor de los políticos es su compromiso de renovar promesas. Al mismo ritmo que las renuevan, las incumplen, por imposiciones, a veces, ajenas a su afán; por desacuerdos de quienes se sitúan por encima de ellos. Aguilar precisaba un milagro para salvar a Fontaneda. Porque las promesas de los políticos se conciben a plazos de vencimientos largos y el desenlace que ahora nos anuncian era cuestión de meses. Poco a poco, por desgracia, se van cumpliendo los peores augurios. Muchos trabajadores no están ya por la labor de comenzar de nuevo y sabemos que detrás de este éxodo llegará con el tiempo otro mayor, el de todos aquellos relacionados de algún modo con la empresa que ahora cierra en la villa. Algunos también se alegran, porque cerraron las minas y nadie movió un dedo, pero