La tapadera



Pero también me han hecho reflexionar algunas de las citas que se recogen en una larga carta remitida desde el Norte Palentino a la redacción del diario, por personas a quienes sí les preocupa seriamente el futuro del oso pardo cantábrico y ven como una descarada maniobra la utilización que a menudo se hace de su nombre.





Todos, cada uno a vuestro modo, me habéis entendido. No estoy en contra del oso. En esta tierra casi nadie lo está. Me atrevería a decir más: ni los furtivos más sanguinarios se proponen como objetivo liquidar al oso pardo, para colaborar así más rápidamente en su extinción.

Entre Cueva y Valdeprado, muy cerca de Piedrasluengas, en el mágico valle de “La Liébana”, tuvo un palacio en el siglo XV doña Leonor de la Vega, madre del Marqués de Santillana, que al decir de los cronistas era el albergue de los cazadores de alcurnia. Entonces, entre las piezas que abundaban, se encontraban el urogallo, el faisán, el corzo, el lobo y el oso. Cuentan que un personaje novelesco, tocayo mío, el tío Froilanón de Valdeprado, murió con el record de haber matado 14 osos. Le pisaba los talones Sabas, el maestro de Lameo con 13 y, el escritor Eduardo García Llorente en el libro “Los osos en Liébana”, habla de muchos cazadores con cinco, ocho y hasta diez osos que cayeron bajo la andanada de sus balas.

Y el oso era el señor de los bosques lebaniegos, lo dice muy claro el monumento que se le hace en el mirador de Llesba, cerca del puerto de San Glorio. Pero el oso era al mismo tiempo, y así me lo revelan ustedes entre líneas, el rival del hombre. Había en el aire una especie de batalla por la que ambos se disputaban el territorio. Como si fuera impensable de todo punto que ambos vivieran en el mismo lugar. Si ustedes se acercan a cualquier pueblo donde el bosque está a un paso: El Campo, San Salvador, Lebanza, Lores,Vidrieros, Piedrasluengas... casi cualquier pueblo me vale, e indagan acerca del oso, muy pocos entenderán esa exclusividad, ese terreno vallado a cal y canto, esa negativa a ampliar y mejorar las vías de comunicación que nos acerquen al progreso, que nos lleven a un futuro más digno, donde vivir y trabajar en los pueblos no esté reñido con el respeto y la pervivencia de un animal que también aquí sigue teniendo su reinado.

El oso es ya una leyenda viva. Leo la expresión de la cara de un vecino de Verdeña que se apartó del camino para que pasara. La misma que días después se me representa en la cara de un vecino de Polentinos que, acaso por los perros que le acompañaban, o por la defensa a ultranza de sus crías, se preparaba para repeler con todas sus armas lo que entendía como un ataque.

Aquí se mató al oso muchas veces. Me lo contaba un cazador de Vado y lo adornaba, como muy bien sabía adornarlo Félix Rodríguez, “El pajarero” que posa para la historia en una memorable fotografía, abrazado a un oso, pìeza grande de alguna cacería.

Pero el preciado animal con su belleza, no puede, no debe reemplazar al hombre. Yo lo dije aquí mismo: el oso fue el freno eficaz que impediría la construcción del pantano de Vidrieros, que no la gente con sus pancartas ni los pueblos con sus miedos a caer de nuevo en una expropiación forzosa.

Que el oso fuera un escudo para que alguno medrara, como dicen ustedes, no debe llevarnos a una gresca sin solución que sirva para proteger esa confabulación que hay orquestada. El oso ha sido parte importante de esta tierra. Por muchas razones, turísticamente también, a todos nos interesa que se proteja, que se tienda a su conservación; que el oso, más que una exclusividad, encuentre una justificación a nuestra presencia en estos apartados lugares donde tan difíciles se hicieron los comienzos y tan amargos parecen presagiarse los futuros.

Miren ustedes, ahí sí que estamos plénamente de acuerdo: necesitamos gobernantes capaces de convertir el agua, esa materia que los americanos buscan en Marte para hablar de posibilidades en un planeta tan lejano, en motivo indispensable para que esta tierra nuestra cobre vida.

Dicen ustedes:“Hemos puesto nuestro futuro en manos de quienes no son de aquí y si alguno lo es, no piensa en lo de aquí”

Yo creo que no hay gente de aquí o de allá, más de un lado que de otro, más de un partido que de un pueblo; yo pienso que nadie es tan cruel como para desear la despoblación y el desalojo de una tierra que moriría temprano si unas manos no la dieran caricias y cuidados.Y para eso, ¡quién, sino el hombre que con tanto celo ha sabido guardarla durante tantos años!

¿Será verdad, como dicen ustedes, que hay alguien que no nos quiere en Palencia Norte?¿qué ya no somos dueños de nuestros propios recursos?¿qué la defensa del oso es un encubrimiento?

¿Será verdad que el futuro está aquí, porque hay agua?.

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