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Mostrando entradas de octubre, 2010

La familia y uno más

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Parece como si la ambición de los grandes culebrones venezolanos que inundaron años atrás las televisiones y que aún siguen coleando, hubieran hecho acto de presencia en Aguilar. De la bronca no se escapa nadie; de las crisis, tampoco. Y por más que nos preocupe e incomode, hay capítulos en los que no podemos mediar. Aunque las inyecciones públicas a esta empresa palentina nos da cierto derecho. Cada cierto tiempo viene un huracán nuevo, llámese Fontaneda o llámese Gullón y vuelve la intriga, los temores, la incertidumbre… Creo que también, la incredulidad. Sobre todo incredulidad porque, aunque madre e hijos se disputen la empresa y aunque Gabaldón sea uno de los artífices de su crecimiento, no se ha pensado en los trabajadores que contribuyeron también con sus manos a hacerlo posible. Y como de costumbre, los sindicatos hacen caer la voz tardíamente, con timidez, como que quieren, que no quieren… Incredulidad porque, aunque el emprendimiento tenga mucho que ver con el entor

Esconder la miseria

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Cuanto más avanzamos, supuestamente para mejorar, más contiendas y calamidades nos depara el mundo. Los estudios sobre la pobreza que señalan a menudo a Uganda, Zambia, Bangladesh y Malawi, se van metiendo como lava silenciosa y mortal en países considerados en vías de desarrollo.   Thomas Hertel, investigador de la Universidad de Purdue (EE.UU.) en un estudio que hizo público en 2009, viene a señalar que, "de acuerdo con los análisis realizados, las comunidades urbanas serán golpeadas por los efectos de los altos precios de los alimentos y potencialmente por una reducción en sus salarios a medida que se contrae el mercado laboral”. Quizás ese miedo a que nos toque, es lo que empuja a tomar medidas a las autoridades de nuestras ciudades, tal es el caso que hoy llevo al blog y al diario. No es bueno, ni recomendable ser pobre y dentro de nada ni siquiera será lícito. "La policía podrá echar a quienes ocupen las plazas". Ese era el titular de "20 minutos&quo

Desde el Pico Tres Mares

Recado de nuestro amigo y colaborador  José Luis Estalayo Desde que pude abrir los ojos y mirar alrededor aparecía, en frente, el Picos Tres Mares. Aprendí su nombre cuando aprendía a caminar pero no me acerqué a él hasta que llegué a la adolescencia. Siempre pensé que detrás del Pico Tres Mares estaba el mar, y que el sol ascendía desde las profundidades del océano hasta remontarse por encima de la cordillera del donde también campea Peña Labra. Desde el pico Tres Mares se encauza el agua que termina desembocando en tres mares: mar Cantábrico, mar Mediterráneo y Océano Atlántico. Pero mejor dejemos hablar al autor de "versos humanos" Gerardo Diego: Pico Tres Mares Ni una gasa de niebla ni una lluvia o cellisca ni una dádiva de nieve ni un borbollar de fuente candorosa dejó perderse. Madre soy de Iberia que incesante en mi seno, nace y dura. A los tres mares que la ciñen corren distintos y purísimas mis aguas. Al Ebro, el Híjar, el Pisuerga al Du

Turismo sí, pero así, no

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Para limar las asperezas se suscita, por lo general, algún antídoto que, en nuestro caso, no alcanza para generar la confianza suficiente. Aunque todos los ojos siguen puestos en esa "cuadrilla" de bisontes polacos que campean y se procrean por San Cebrián, sigue coleando fuerte el cierre del pantano de Ruesga que se repite por segundo año y lleva camino de enquistarse, condenando a un buen número de personas que optan por ese tipo de turismo, al ostracismo más imbécil. Lo de Ruesga es otra vergüenza más que se hace patente en los peores meses, llevado a ese punto por las dos partes en conflicto: la pedanía de Ruesga y el Ayuntamiento de Cervera de Pisuerga. Porque, naturalmente, son ellos los responsables de este cierre, olvidándose los administradores de esa sensación de burla y desconcierto que llevan a los administrados. Y las preguntas están al borde de la calle: ¿Por qué se ha esperado tanto tiempo? ¿Por qué vuelve a repetirse otro verano más, justo cuando la zona

Lo mejor de los demás

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Cuando alguien nos defrauda, por la razón que sea, aunque sea por una razón muy personal y en cierta medida justificada, tendemos a olvidar todas las cosas buenas que recibimos de ella. No importa que nos cayera bien, que nos cuidara divinamente durante años. Basta un día malo para mezclarlo todo y romper de una tirada todo aquello que nos mantenía unidos.   Buscando argumentos para esta entrada sobre la convivencia, planteada por dos blogueros inquietos y altruistas como José A. Senovilla y Ángel Cabrera, me vienen a la memoria muchas escenas vividas en una residencia de ancianos en la que trabajé unos meses a mediados de este año. Allí se necesita, más que en ningún otro lugar, la comprensión y la ayuda de todos. Los ancianos entre sí; los asistentes entre ellos y hacia las personas a las que cuidan... Y en qué medida tan escueta nos entregamos todos, bien por la presión de nuestro trabajo, bien por la prisa que parece contagiarse en los ancianos, que todo lo quieren al momen