Lotería romana


Diluidas en el tiempo las malas hierbas y los terribles inviernos, que mira tú que después de tantos años sin sentirlos tan fuerte parecen no haber existido nunca, la apuesta fuerte de "País Románico" nos devuelve la ilusión, nos sumerge en una especie de formol para que ningún sucedáneo corrosivo nos devore.

Esto se asemeja a un premio gordo de la Lotería Nacional. Después de que los niños de San Ildefonso posan con una sonrisa de oreja a oreja para los medios de comunicación, como si en realidad el dinero les hubiera tocado a ellos, los premiados lo celebran con riadas de champán a cualquier hora, sucediéndose las anécdotas correspondientes. Uno que pasaba por allí, buscando precísamente ese número, que mira que hay que tener suerte para que coincida el número que soñaste con el que salió en realidad. Suerte y videncia de la más grande; otro, un amigo de la casa o de la empresa y que se vio "acosado", casi "obligado" a coger el dichoso número; otro que, vaya tino, oiga, solamente jugaba el décimo premiado...

Lo celebran hasta quienes no lo quisieron porque era feo, porque nunca jugaban a la lotería y porque, evidentemente, para ganar hay que jugar, que lo demás es ganas de devanarse los sesos si no juegas...

Con el románico pasa igual. A todos nos ha tocado algo. Muchos pueblos llevan en participación su iglesia, como nuestra colegiata de San Salvador, y hasta quienes no tienen iglesia y celebran los oficios en cualquier otro sitio, se sienten vinculados a esta celebración, que no es otra cosa que un premio a la conservación del Patrimonio, al arte de las piedras, a los viejos canteros, a los pueblos del norte tan alejados de una mano protectora que los cubriera de ese formol imaginario.

Pero conozco gente que tuvo la fortuna de un gran premio y que se fue al carajo por echar mal las cuentas, gastando todo lo que ganaron en cuatro días. Quiero decir que, de nada sirve un premio, si no hay un seguimiento, alguien que se ocupe en reparar las grietas que va dejando el tiempo. Recuerdo que muchas iglesias, incluso alguna de las que ahora se engalanan para recibir la distinción, fueron olvidadas por los responsables eclesiásticos y por los gobernantes regionales. Otras, incluso, ahí queda el ejemplo de San Jorde de Ojeda, han sido apartadas de todo proyecto, incluso por quienes hoy, con todo el merecimiento, se colocan la insignia de quien hizo las veces de correo. Es decir, el encargado por la empresa de adquirir un número en una administración que diera el gordo, o trasladado a ésto, los responsables, en buena medida, de este premio que todos celebramos; los encargados de buscarle, después de asear las piedras y pinar las paredes de muchos templos que se daban por muertos, todo ello para que sean admirados por el mundo entero, que verlo así de hermoso también es una especie de pedrea.


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