Blandas promesas

Cuando Pablo Genovés y Javier Prieto llegaron en bicicleta al norte de Palencia, para poner sobre el tapete de la escuela a nuestra Tierra, no quise adentrarme en la lectura de su trabajo. Recordé las palabras de Tenesse Willians, famoso autor teatral, quien declaró en cierta ocasión a un periodista que no leía nada de teatro contemporáneo porque, una de dos, o eran obras malas y no valía la pena leerlas, o eran muy buenas y corría el riesgo de caer bajo su influencia.


En un principio las archivé como hago con tantas historias que se escriben sobre el norte de la provincia, para recrearme posteriormente con su lectura y recorrer la montaña bajo el influjo de tantos y tantos como hablaron de ella, despreciando las premisas de aquel autor famoso. Cierto es que, al contrario, después de haberme mostrado abiertamente a su favor, conocedor del contorno en el que vì la luz primera, he sido ignorado en todos los proyectos que los organismos y entidades palentinas han llevado a cabo. “Lo que tù escribes, además de polémico –me contestó en cierta ocasión un directivo–, es muy similar a lo que ya escribieron otros antes”. Y estas palabras debieran hacer reflexionar al crítico porque el hecho de que, sin haber leído a mis antepasados, piense lo mismo que ellos, mayor motivo debe ser para que quienes lo saben asimilen nuestro pensamiento y procedan en consecuencia a satisfacernos.

Porque mucho más que la rica historia en la que se fundamenta y crece, nos ha preocupado siempre la marginación en la que vive. Hombres y mujeres de diferente condición y tendencia han hecho oir su voz a través de Asociaciones, con protestas y proyectos, dependiendo del momento, todo en base a negar el progresivo debilitamiento del mundo rural.

No cabe duda que, en el caso de la Montaña Palentina, se han abierto en los últimos tiempos expectativas generosas con el Turismo, pero eso no es suficiente. Es necesario, yo diría que urgente, que los proyectos de infraestructura que ahora mismo se dilucidan, nos alcancen para que podamos hablar sin miedo de futuro.

En las últimas estadísticas vemos como el censo de Palencia ha seguido bajando y, las zonas más debilitadas, donde más se acusa la emigración, vuelven a ser los pueblos más alejados, (sirva el dato reciente del censo actual que presenta Barruelo de Santullán), cuestión que de olvidarse acabará con ellos a la vuelta de las próximas décadas.

Angel Capdevilla, al asumir el cargo de Gobernador Civil, en 1994, y en una entrevista realizada para un medio de comunicación, aseguraba convencido: “Palencia, dentro del conjunto de Castilla y León, es una provincia con un futuro muy esperanzador”.

Ahora bien –disculpando su reciente incorporación al cargo al hacer estas declaraciones–, yo me pregunto, ¿a qué Palencia se refería el mandatario?¿Hay dos Palencias?. Yo creo que no, pero se lo pregunto a quienes ostentan algún tipo de cargo, para que desmientan este perezoso pensamiento que hoy me guía.

La lejanía de quienes nos representan es aún mayor, si cabe, que la propia distancia que nos separa de la capital. Durante años, a nuestros gobernantes se les ha helado la miel de las promesas en la boca y sólo en actos muy contados y partidistas, han venido, han visto y se han vaciado de exclamaciones donde todo hablaba de caminos de rosas y proyectos fecundos.

Promesas que en raras ocasiones han cumplido, o que han cumplido cuando ya la piel de estos parajes estaba más que reseca y lacia. Por nuestra parte, nos hemos consolado como se han consolado los vecinos del norte de Burgos. Hace unos días, cuando la Cadena Ser llegó a San Salvador de Cantamuga preguntando por los inviernos, los que hablaron dijeron que estaban bien, que sólo habían estado cerrados unas horas, como olvidándose ya de los inviernos en los que pasamos diez días incomunicados, con el parto complicado de una mujer en Lores, salvada de milagro en las últimas horas, mientras las máquinas quitanieves se dirigían al Parador “Fuentes Carrionas” para dar paso a una comitiva que venía a celebrar la boda de la hija de un alto cargo. Y me extraña que no recuerden los inviernos que todavía hoy pasan algunas zonas cercanas a ellos, como la Castillería. Me repito en las historias poque ya me rebelé en su día contra las mentiras de aquellos que tanto te adulaban y que luego dejaban que te hundieras. Y eso también lo han olvidado algunos de mis paisanos, que se encuentran ante la disyuntiva de elegir dos caminos: que las autoridades locales y provinciales se hagan cargo de todo, incluso que cometan errores, pero que nadie les moleste o, hablar, patalear, quejarse con las pocas garantías que da el ser escuchado ante el escaso número de personas que están dispuestos a presionar para que se resuelvan algunos de esos viejos problemas.

Afortunadamente,quienes se van sumando a este último grupo, que cada día es mayor, entienden que su voz es importante y como consecuencia de ello actúan, realizando convocatorias, uniéndose Ayuntamientos, embarcándose en la Cooperativa que lleve lejos la carne de Cervera y su comarca, buscando una solución o una alternativa a la crisis de la minería; en definitiva, actuaciones todas ellas que vienen a desmentir ese individualismo con el que se nos identifica.Porque, si todas las historias que se cuentan , no llevan implícito el cumplimiento de tantas promesas como se nos dieron, de nada servirá mañana todo lo que con tanto esfuerzo nos legaron los hombres y mujeres de esta Tierra.

Imagen: José Luis Estalayo, Mudá.

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