Pobres y despoblados

Si es verdad que hemos vivido la primera década del nuevo siglo tirando de dinero a troche y moche. Una fiebre consumista de la que nos contagiamos todos. Dinero que entraba a manos llenas en los ayuntamientos, subvenciones sin límite para reindustrializar las depauperadas cuencas mineras y darle aire a un medio rural a punto de extinguirse.


Nuestros vecinos leoneses, cuenta Marco Romero en un interesante artículo, recibieron 7000 millones de euros en planes de choque. Se llevó la luz a poblaciones remotas de La Cabrera y se despilfarró el dinero en obras faraónicas que no benefician a nadie, o se habilitaron ambulatorios -como ocurrió en muchos pueblos de nuestra montaña- que nunca llegaron a utilizarse. Ni se ponía remedio a la endemia rural, ni se les acercaba con mejores infraestructuras a puntos más poblados, que disponían de medios, aunque también con muchas limitaciones y engaños, como el ejemplo tan sonado del hospital que se prometía para Cervera de Pisuerga, cuando lo único que pretendían quienes amasaron aquel proyecto, era sacar el ambulatorio existente al extrarradio.

Un histórico de allá, en otro tiempo alcalde y presidente de la Asociación Regional de Municipios Mineros, admite la dramática realidad social de los pueblos mineros y pide una pócima que genere empleo, rentabilizando así las inversiones que se hicieron.

Hace treinta años teníamos un paraíso y todos íbamos proponiendo cambios, que se le dotara de medios a nuestro Parque Natural para que pudiera admirarlo todo el mundo. Ahora que lo tenemos, los pocos que quedan se lo están pensando.

Pasamos por momentos de recesión, donde se justifican los recortes metiéndonos a todos en el mismo saco; es decir, a quienes participaron de los soberbios fastos y a quienes ya llevaban toda la vida acusando una lenta e implacable agonía. Ya no sólo se trata de recortar en educación y sanidad, mientras los bancos en peligro son auxiliados sin excusa, el asunto es que al mundo rural, donde se han cerrado las escuelas y los centros sanitarios, sólo le queda el esqueleto, sólo le salvará un milagro.

Y los milagros también están en franco retroceso.

Imagen: Río Pisuerga, José Luis Estalayo

POST DESTACADO

El corazón con que vivo