Una primavera de cuatro estaciones (I)

Tengo cuatro frentes abiertos que iré desarrollando en las próximas entregas. Hace unos días saltaba la noticia de que el escritor Manuel Lozano Gombault había sido postulado por un grupo de instituciones como precandidato al Premio Nobel de Literatura. Manuel Lozano es el mayor estudioso de la figura de Silvina Ocampo, una de las cumbres de la escritura argentina del siglo XX y tomó parte en 1993 en el "Primer Foro de Literatura y Compromiso" donde participaron Ole Soyinka, José Saramago, Juan Goitisolo, Jorge Amado y Augusto Roa Bastos entre otros prestigiosos autores.



Borges, en 1984, dijo de Manuel: "Nos deslumbra con páginas memorables. Descubro que tiene el hábito de frecuentar el universo, de traducirlo en misteriosas y afortunadas invenciones".

Y es una estación importante para mí, porque Manuel Lozano ha sido colaborador de la nueva época de la revista Pernía, en la que se fijó un día y a la que remitió desde Argentina poemas y ensayos que a buen seguro han deleitado a quienes me siguen por los canales de internet.

La segunda estación es sobre la biografía que Jon Juaristi ha realizado de Unamuno y, aunque no he podido llegar a la charla que hoy daba el escritor en la biblioteca de Bidebarrieta, prometo leer el libro y contaros las impresiones que me deje.

El pasado fin de semana, el Festival de las Letras que organiza Alhóndiga Bilbao, giraba en torno a los "Relatos de Frontera", donde han participado invitados que cuentan, porque lo han vivido de cerca cuando no en carne propia, la violencia contra las mujeres, los conflictos entre las religiones, movimientos de población y regímenes totalitarios...

Y la cuarta estación y la más importante porque me da de lleno, es el correo de mi editor donde me da un año de plazo para elaborar un nuevo libro donde se declare la historia, la belleza y el esplendor de la montaña palentina. Tengo un título irresistible y creo que voy a poder llenar los ojos y el corazón de todos los palentinos. Los que se fueron, llevando junto a ellos el recuerdo de sus pequeños pueblos; los que nacieron fuera y vinieron regularmente de vacaciones con sus padres y, muy especialmente, los que se quedaron soportando los rigores de cada tiempo y manteniendo en pie las paredes de sus huertos.

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El corazón con que vivo