Un mar en la montaña

Llegados a este punto, en el que te vas viendo mayor, un poco cansado de reponer historias con la fe de alcanzar el premio de un público entregado a la misma causa, te supera a veces el desaliento.


Dicen que uno consigue lo que quiere si pone verdadera intención y trabaja por ello. Pero lo cierto es que, sin haber levantado la vista del cuaderno en 40 años, sin haber pedido a cambio nada, porque nada merece el que hace lo que debe, el tiempo de uno se agota sin ver su sueño hecho realidad. Es como ese viajero que va llenando su alforja de experiencias y visiones a medida que conoce nuevas tierras y como no las comunica se van quedando en la reserva, no sirven para nada. O como ese viajero que va deprisa y no capta el mensaje con la pureza que exuda y comparte sus impresiones con amigos y familares equivocando señales y conceptos que luego pesan en el ánimo de quienes estaban convencidos del canto sublime que aquí interpreta la naturaleza.

En mi caso procuro llevarles, siempre con el mejor ánimo, todo aquello que aprendí de las gentes, que es una gran enciclopedia, que es la vida con todo lo preciso para vivirla, y percibo que no cuaja, porque hay una enorme carencia de ilusión, porque se ha perdido la fe en quienes nos prometieron tantas cosas, porque sin ilusión el mundo no camina, ni se toma en serio lo que vuelven a prometernos sin vergüenza estos días, ni se siente optimista ante este canto repetido por valles y montañas.

De este modo, empeñado en lograr un beneficio para la montaña de la que hablas que no llega, te vas planteando una retirada, que nunca será plena mientras vivas, pero resignado sobre todo a esperar que algo llegue, que alguien venga y esta tierra de un vuelco, porque no faltan motivos para una repoblación y una vuelta al principio, mejor aquí que en cualquier otro sitio.

@Imagen: Pumar59
De la sección "La Madeja" en Diario Palentino.

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