Una talla de regalo
Desde hace varios años, por las impresiones recibidas al acercarme a autores y a documentos que hacían referencia al valle de los Redondos, me he sentido de algún modo obligado a recuperar historias que me emocionan todavía, que sacuden la indiferencia que pesa sobre estos apartados rincones, que ahonda en ese bosque inmenso que se le abre al caminante; en ese valle que emociona, que aprisiona, que atrapa cuerpo y mente. Parecida admiración sienten los Condes de Siruela. Según los documentos que se conservan en el Archivo Histórico Nacional y en el Archivo General de Simancas, donde se hace alusión al testamento de Leonor de Mendoza, condesa de Siruela, mujer del primer conde, Juan Velasco, a ellos se les atribuye la fundación de una iglesia y convento -que podría ser el de Viarce- a finales del siglo XV, y que serviría para acoger a los eremitas franciscanos que vivían en el valle desde 1320. Sebastián de Miñáno, en 1826, ya lo menciona en su diccionario: “En su término [de Re