Nuevo viaje al invierno
Uno de los viajes que más agrado me producen es el que me introduce por esta tierra nuestra, ahora mustia por la sequía, con los embalses vacíos o al mínimo de su capacidad. Un viaje donde siempre interviene la memoria. Uno se retrotrae a otros momentos de la historia, sabiendo que los pueblos, los montes, los caminos, la expresión de la Naturaleza, obedece un poco a los cambios propios de cada estación, aunque de soslayo nos ronronee ese cambio climático que no acertamos a entender, pero que tan pronto nos ahoga como nos deja secos. ¿Quién no ha disfrutado en alguna ocasión de esa visión incomparable de Vañes desde el alto del Vallegón, con el pantano de Requejada lleno y a lo lejos, Peñalabra y Tres Mares adornados por las primeras nieves? El invierno se nos resiste cuando más falta nos hace. Hasta el pantano de Ruesga, el primer embalse construido en la cuenca del Duero (1923), que siempre se reserva, y que en sus inicios tenía como misión abastecer el Canal de Castilla, se