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Pleitos

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Victor de la Serna -que le vamos a gastar de tanto usarle-, se acercó bastante a nuestras sierras. Por la ruta de los Foramontanos, llega a la Venta de Tajahierro, enclavada en las primeras brañas de Palombera. Maestro, es decir poco, lo cierto es que vino a Peña Labra y se acercó a todos los misterios que envuelven ¿esta zona de Palencia? Como sabe el lector, hace algunos años, por un pleito habido entre uno de los últimos pueblos de la provincia, Piedrasluengas, y un pueblo de Cantabria, Valdeprado, manejados los hilos por el influyente Eduardo García de Enterría, Palencia perdía unas hectáreas de terreno, en un litigio que venía ya de siglos. El viajero, de todas formas, se pregunta a qué se debe tanto cambio, no encontrando respuesta. Tiempo atrás, Piedad Isla, fotógrafa de Cervera, hizo pública una carta a través de un medio palentino ya desaparecido, dirigida a un diputado, en la que se exponían razones -según la autora mas que suficientes- para anexionarnos a la provinci

¿Existió la leyenda?

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Cuenta la leyenda que, por una historia de celos, tomó la villa de San Salvador su actual nombre, y aunque a los publicistas nos enseñen los libros que, las leyendas sólo sirven para explicar un hecho, lo cierto es que la respuesta del cantor me parece adecuada para explicar el por qué San Salvador de Tremaya, es hoy de Cantamuda. Creamos pues en ella, de la misma forma que creemos en los Reyes Magos. Fue Munio el conde de este valle, lugar que tuvo el privilegio de ser libre antes de que los políticos actuales nos lo anunciaran a bombo y platillo, nombrando a sus señores y rigiéndose por sus fueros, acaso como premonición de lo que ahora se está consolidando en nuestro entorno como mapa regional o autonómico. Con Munio Gómez nos alcanzó la sangre de la llanura, la de la Vega de Saldaña, aplacando así, tal vez, nuestro recio carácter, ahora mismo dormido, congelado, como quien dice -rompiendo aguas ante acontecimientos que llegarán porque el tiempo no se detiene y la esperanza sigue

Conspiración de silencio

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No hay nada imposible, aunque quienes venden a través del periódico un pueblo, nos vuelven a poner en evidencia. Una columnista de este medio se preguntaba recientemente de quién era la culpa y uno, sinceramente se lo digo, está agotando sobre el papel las últimas historias. La conformidad de la gente, que es una forma de apatía engañosa, o aún peor, un despectivo «cada cual se apañe como pueda", ha podido con todos los lemas y ha sucumbido ante todas las barreras. Me explico. Hace algunos meses murió absurdamente un vecino en un pueblo del norte. Todos callaron. Hubo un pequeño conato de rebelión por parte de la familia que acabó a la entrada de Palencia. Unos años atrás sucedió algo similar, aunque casos parecidos y en otros sectores se estén repitiendo de continuo. La sección de «correo espontáneo o cartas al director» de los distintos medios, sirven de ejemplo muchas veces, cuando un ciudadano que se ha visto afectado por una situación irregular o desagradable, pide una

El sentimiento de las tres íes

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Alguno de los posibles lectores de este cuaderno, puede pensar, si no conoce la enjundia de la montaña palentina, que estamos desgranando historias de hace cien años. Desgraciadamente, muy pocas veces vienen a corroborar lo contrario grupos y asociaciones, porque son pocos los que quedan y ya no hay fuerzas para emprender otros caminos. ESTE ARTÍCULO FORMA PARTE DEL LIBRO VER DOS VECES LAS COSAS FROILÁN DE LÓZAR, SEPTIEMBRE DE 2020 LECTURAS + DE 113

Hurgar en la costumbre

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Nada cuesta, una vez más, bucear por esa franja norte de nuestra geografía provincial, donde aún quedan rescoldos de aquel fuego de antaño. En Polentinos, pueblo tradicional donde los haya, este año mataron el gallo de Quico, mientras el hombre estaba en la verbena, y treparon al Mayo en pleno agosto, ya saben, aquella tradición cuando cantaba misa uno del pueblo.   Las costumbres, como la vida, han cambiado. En San Salvador y en Polentinos se cantaban las marzas y los Reyes hasta bién entrada la década de los ochenta y en el mantenimiento de toda tradición influye, me consta, la ayuda de los mayores y la disponibilidad de los más jóvenes. Hace dos años, en San Salvador, en el marco de la iglesia románica, se escenificó un nacimiento viviente. No es gran cosa, desde luego. Ni se vive con aquella pasión de años atrás, ni se vuelven los ojos hacia los ritos heredados de nuestra gente adulta. Hoy somos extraños en nuestra propia casa y el pueblo, como el mundo, están en pie de g