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Marciana de Cossío

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«Las tradiciones de los pueblos permiten revivir la infancia a las personas mayores» Marciana de Cossío [folklorista]  Ronda los setenta y está como una moza. Pero aún recuerda con dolor aquel invierno, cuando desde Carrión le comunicaron la muerte de su hijo que estaba en Guatemala. Me ve y sonríe. Una vez más, quizás la última, sabe que voy a someterla al suplicio de recordar muchas escenas donde la imagen ya borrosa acompaña al dolor. Marciana me asegura que ya no es igual nada, que aquella alegría de ayer, aquel folklore, ya no existe. Se vive, se deja vivir, pero ha cambiado el pueblo como ha cambiado el mundo. Pese a todo, en la última fiesta de San Lorenzo, Marciana de Cossío consiguió un trofeo del banco para premiar al equipo de fútbol que ganase, y preparó los vestidos para los disfraces, y compartió con otras generaciones la alegría de la fiesta. Esta entrevista nos lleva al recuerdo de lo que fue otro tiempo que ya no volverá. Acaso el futuro nos devuelva algún retazo

Como el pobre hornero

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Cuando viajé por Italia me impresionó la leyenda del hornero. Cuentan que en las calles de Venecia apareció un hombre asesinado y la justicia se cebó en el hornero porque la funda de su daga coincidía exactamente con el arma homicida. De coincidencias sabemos ya bastante por estos pagos, sirva como ejemplo lo ocurrido a primeros del pasado siglo cuando asesinaron a un indiano y culparon del hecho a un vecino de Areños. Entonces la Guardia Civil le infringió horrendos castigos, basando su versión en las motas de sangre que tenia en la albarcas, y que luego se confirmó pertenecían al gocho que había sacrificado. En fin, esa es una historia novelada que algún día -si tenemos salud y suerte- verá la luz con muchos y variados ingredientes. Lo cierto es que -prosigo con la historia motivo de este artículo- la Inquisición condenó al hornero a morir después de un largo juicio en el que el hombre juró y perjuró ser inocente del crimen que le imputaban. Todo lo que trató de demostrar result

Miguel Angel Fraile

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«Quiero vivir en el norte de la provincia al precio que sea» [Miguel Ángel Fraile, Apicultor] Hijo de una familia de nueve hermanos, nacido en Estalaya, Miguel Angel Fraile ha venido a establecer su residencia en Vañes, a orillas del pantano Requejada.Su sueño se centra en el monte cercano, en una finca de la familia, donde un viejo autocar ha servido para introducirse en la apicultura, lo que él considera su proyecto de futuro, algo que hoy, junto al trabajo que desarrolla como restaurador, será bastante para vivir aquí, en la tierra que tanto significa para él.Para completar su labor, Miguel Angel ha plantado ciruelos, guíndales, endrinos, manzanos y romero. Este hombre ha dejado sembrado el camino a las abejas.Durante la larga conversación que mantenemos, todo me dice que Miguel Angel no se conforma con palabras bonitas y le demuestra su amor profundo al pueblo quedándose en él, aferrándose con uñas y dientes a los más insospechados elementos. A pesar de su juventud, me habla sin c

Delia Cajigal

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«Para dejar los hábitos y salir del convento, se dan más facilidades que para entrar»  +Delia Cajigal, Priora de San Andrés de Arroyo. Cuando me dirijo a realizar esta entrevista, el sol cae a plomo sobre el viejo monasterio de San Andrés de Arroyo. San Benito dejó escrita la regla por la que se rigen sus moradoras, afanosas hormigas, obligadas un poco en exceso al cumplimiento de ese viejo adagio que lo encierra todo para ellas: ora et labora. Recientemente, el coro fue pasto de las llamas y ello, sin duda, ha influido en el ánimo de estas religiosas que esperan la ayuda de las instituciones para restaurarlo y cuyo costo asciende a once millones de pesetas. De todo ello habla Maria Delia Cajigal, natural de San Salvador, en un pequeño locutorio y durante largo rato, el tiempo que le permite la regla, se somete al interrogatorio que en esta ocasión no busca el arte, sino los sentimientos de quienes viven la soledad de este edificio fundado en 1187. El turismo también ha influido

Caso de Polentinos

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A mediados de septiembre, del año noventa y cuatro, bajo el puente Polentinos y acaso siguiendo un rastro... Un fin de semana aciago aparecieron los huesos dicen que de dos mujeres de veinte y cuarenta años. Cuentan los que allí acudieron a ver los restos humanos, que no merece la pena investigar más el caso. Que ha prescrito toda culpa de un asesino, ¡quién sabe, de dos, de tres o de cuatro que una tarde las mataron. Se discute entre las gentes humildes de la montaña, que aquí no cabe tal hecho que no es de aquí tal campaña. Que en la montaña se esconden osos, lobos y alimañas, nunca, jamás, asesinos ni pistoleros de España. Después de toda la intriga -Por razones que no entiendo- se termina señalando a un antiguo cementerio. Antiguo pueblo de Vañes, medio kilómetro río abajo y extrañamente dos cuerpos contracorriente peleando. Prácticamente enterrándose, a socayo del gran puente. No entiendo que h