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Viaje al otoño (III)

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De aquellos políticos, este Golobar Hace unos días, el compositor Luis Guzmán Rubio, a caballo entre Tarragona y Palencia, amigo entrañable a pesar de la edad y la distancia, estuvo en San Salvador y me dejó un mensaje, porque sabe que en estas latitudes es muy difícil encontrarme en casa. Y lo recalcó bien -según testigos- que por nada del mundo me metiera en política. Aunque con menos bagaje y experiencias, vengo movido por eso que ahora llaman cultura. Me apasiona escribir y en otro tiempo también viví la música en solitario y con otras personas. Fue allí cuando ya me di cuenta que la política estaba en todas partes, se filtraba como el agua o el aire por todos los resquicios. Era como un fantasma inoportuno que siempre paseaba sus demonios, llegando a provocar la guerra una frase que algún sector del público rechazaba por cuestiones de equivocado patriotismo. Uno de los últimos años, ofrecí en León, durante una semana, una serie de recitales. La mayor parte de los temas eran c

Viaje al Otoño (II)

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Mío, Tuyo, Nuestro, Suyo Todo el mundo parecía relajado hasta que a mediados de octubre se filtró la noticia. El presidente de la Diputación, Jesús Mañueco, había establecido ya contactos con el consejero de Sanidad de la Junta de Castilla y León y con el ministro del ramo, señor Romay Beccaría. El asunto a abordar era la posible construcción de un hospital en el norte de la provincia, cuyo coste rondaría los 500 millones de pesetas. (Después de los 24.000 millones del Guggenheim, esto parece agua de borrajas). Pero lo que parecía más difícil, que era llevar ante alguien el propio plan, ha resultado ser lo más sencillo y es a la hora de buscarle un enclave idóneo cuando nadie parece querer ceder un ápice; cada cual quiere mover ficha a su antojo y todo el mundo encuentra causas más que justificables y defendibles para hacerlo. Ahora bien, en otras circunstancias y proyectos puede ganar cualquiera, para un hospital sólo hay un punto idóneo por una razón básica. Cervera de Pisu

Viaje al Otoño (I)

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Bilbao-Guardo-La Lastra "El Otoño ha dejado ya sin hojas los álamos del río" -escribió en 1920 García Lorca. Me duelen las entrañas de esta tierra tan nuestra que ahora en Otoño queda sola, Como si una mano misteriosa corriera un velo sobre ella. Me afectan las palabras del poeta granadino y si las cito aquí es porque, comprendo cuando dice: "Sobre el paisaje viejo y el togar humeante quiero lanzar mi grito, sollozando de mi como el gusano desplaza su destino". Bilbao, la segunda ciudad desde la que a menudo les escribo, me ha dado una familia, unos amigos, personajes que se han ido añadiendo mi equipaje. Ramón Bustamante, locutor de Radio Popular, con uno de los programas matinales de mayor audiencia: "Quédate con Ramón", en el que colaboré el pasado año empujado por su deseo de verme florecer en esta tierra. No tengo ganas por despuntar en nada, ni prisa. Con ese mismo planteamiento he venido trabajando durante todo lo que va del presente

Cinco monjas y un destino

Hay asuntos que nunca entenderemos, por más devoción y esfuerzo que pongamos en ello. Una de estas historias, de la que se han ocupado estos últimos días los medios de comunicación, habla de cinco monjas que viven o vivieron en el Convento de la Asunción, de Espinosa de Henares, en la provincia de Guadalajara. El obispo de Sigüenza les ha ordenado que disuelvan la Comunidad y abandonen el Convento. A estas monjas les viene como anillo al dedo aquel poema de Juan Ramón: "Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol verde, sin gozo blanco, sin cielo azul y plácido... y se quedarán los pájaros cantando". La Iglesia que busca misioneros, que anhela vocaciones, que desespera porque parece que la devoción se está perdiendo, les ha dado una buena patada en el trasero a estas monjas de Espinosa, que cuidaban la huerta y repartían las horas entre el rezo y la limpieza del convento. Les han echado de casa y no ha servido la cuenta corriente con noventa millones que durante el s

La otra vía

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Alfonso J. Aparicio Mena, que me brindó el prólogo de uno de mis libros: "Tradiciones y leyendas", y que anduvo profundamente inmerso en ese mundo de las piedras, con la publicación de una revista 'Suiseki", ya escribía a propósito de "La otra vía', en 1984, mencionando entonces la tranquilidad y la imagen serena de estos pueblos: "donde la gente aún se sienta a las puertas de la casa las tranquilas noches de verano", y recuerdo ahora que, frente a tantos caminos como se nos brindan, proponía la alternativa rural. Veinticinco años después, aquella premonición de mi buen amigo se ha cumplido con creces, hasta el punto de encantar a mucha gente que nunca creyó que dicha alternativa consiguiese frenar el constante goteo de la emigración.   Para ver, hay que andar, otro lema que bien podría añadirse al de venir para volver, pues sabemos que la belleza que brota al otro lado de los pueblos, queda sólo a merced de montañeros y pastores. Es verdad