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¿Qué es la Montaña palentina?

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Carta de Jaime García Reyero En esta ocasión tengo que dar un toque de atención y a la vez de admiración a mi buen amigo y siempre defensor de nuestra tierra norteña palentina, Froilán de Lózar, siempre empeñado en poner de relieve todo lo bueno qu estas tierras dan, de denunciar a grito corito todos sus males, así como el olvido y las muchas espaldas que dan a la montaña palentina.          Froilán es como el moro que, subido a lo más alto del minarete de nuestras montañas, grita una y otra vez a los cuatro vientos con su pluma.          Nuestra tierra necesita más oídos, más atenciones, más realidades y menos proyectos y rpomesas hueros.          Bien por Froilán de Lózar, por sus artículos en este  Diario Palentino  y por sus libros que, entre sus páginas, destila el mejor zumo de palentinismo. Sin embargo, hay algo que quiero exponer aquí y que Froilán no ha tratado en profundidad, quizá porque siempre se ha volcado en su parcela natal, la Pernía. Me estoy

Notable y popular

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En el tercer aniversario de su muerte Cada persona lleva su pasado al libro de la vida. Y en el pasado está la vida de los nuestros. A medida que pasan los años, unas imágenes se difuminan más, otras aparecen más nítidas; las primeras se escapan, las segundas se instalan en alguna parte del cerebro, indican que vivimos intensamente una época, que conocimos otra forma de vida, que degustamos un poco el ambiente y las tradiciones del momento. En Cervera de Pisuerga, frente al Museo Etnográfico, donde se citan artilugios de antaño, Juan y Piedad Isla quisieron rendir homenaje a sus paisanos, que fueron amigos, parientes, conocidos, miembros todos de esa gran familia que es un pueblo. Allí estaban el retrato y la sipnosis de Froilán de la Hera, natural de Areños; Julio Rodríguez Herrero, de Villarramiel, que regentó el Hotel Rubio de Cervera; el practicante Emilio Lagar Lorenzo, que atendió más de mil partos; el almacenísta Amérito Pérez; Filo, la planchadora; Manuel Otero, el barbe

El Oso

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César Rueda, mi joven pariente de Polentinos, lleva bien anotadas las veces que ha visto al oso. Treinta y cinco, me dice, con un halo de incredulidad rezumando en sus ojos, propio de quien trabaja para ellos, a la orden de la Fundación Oso Pardo. Le pregunto por Guillermo Palomero, el presidente, uno de los hombres, es verdad, y a los hechos me remito, que más fe han depositado en este empeño de conservar para las generaciones venideras el escaso y magnífico legado de los osos ibéricos. ESTE ARTÍCULO FORMA PARTE DEL LIBRO VER DOS VECES LAS COSAS FROILÁN DE LÓZAR, SEPTIEMBRE DE 2020 LECTURAS EN EL BLOG +DE 260

Casas y hospederías

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Vengo de visitar el convento de San Andrés de Arroyo, donde la priora, Delia Cajigal, hermana de los herreros de mi pueblo, Pepe y Conrado, que en su día me participó toda la historia que allí dentro se mueve, me comunica, en medio de las otras religiosas, la desaparición de la cabeza del patrono, una talla preciosa que algún experto en robos sacros cortó con destreza para que luzca hoy a escondidas, quién sabe dónde, lejos de aquellas tapias. ESTE ARTÍCULO FORMA PARTE DEL LIBRO VER DOS VECES LAS COSAS FROILÁN DE LÓZAR, SEPTIEMBRE DE 2020 LECTURAS EN EL BLOG +DE 150

Asomados a esta tierra

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Nada que ver con los nacionalismos. Nada. Ni una palabra. Ni una mirada. Ni una pizca de comprensión hacia sus pautas. Para mí hay un mundo ahí afuera sin hogar y sin patria, hay un mundo con gentes de todos los colores al que me gustaría pertenecer. Para ellos, el mundo -entiendo yo- es una isla con su bandera, con su himno, con su lengua. Ellos quieren vivir en minúsculas, en solitario, sin ligaduras de ningún tipo a quien de alguna manera estuvieron unidos durante años. Quieren vivir por ellos y para ellos solos. Nada que ver con estos autosuficientes y convencidos independentistas. Nada que ver con ningún tipo de nacionalismo, ni con el nuestro. Nada que ver con ninguna fuerza política, ni del País Vasco donde vivo, ni de Castilla, la tierra de la que procedo. La tierra de mis padres, la tierra de mis antepasados, personajes escondidos de un diario cualquiera de Miguel Delibes, al pie de Peña Labra, tocando ya las Ventas cántabras. ¿ Castilla está olvidada?  Es el l