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Aquellos emigrantes (y II)

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Existieron emigrantes que, después de hacer fortuna, pensaron en su pueblo. Es el caso de Francisco Buedo, natural de Tremaya, que emigró a Argentina a finales del siglo XIX. Francisco mandó construir la Casa de la Escuela, el Puente y el Cementerio. A principios del siglo XX se lleva a sus sobrinos y otras gentes de la comarca a aquel país, que prosperaron económicamente (regentando allí la Banca Buedo): Ceferino, César, Constantino, David, Vicente, Moisés, Cristina... Algunos regresaron y se llevaron a otras gentes del pueblo: Esther, hermana de Ninfa; Eugenia, hermana de Abilio; Florencia, hermana de Gregorio Gaitón; Andrés, hijo del guardamontes de Tremaya; María, una muchacha de Celada que falleció en la travesía...  Pero nadie volvió los ojos como él a su lugar de nacimiento. Ahora, las posibilidades de hacer fortuna fuera están mermadas y parecen muy mermadas también las ganas de hacer algo, lo que sea, aunque sólo implique esfuerzo personal, por el lugar de nacimiento.

Aquellos emigrantes (I)

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Interrumpo y valoro un correo, que mi amigo Luis Guzmán envía al misionero José Luis Estalayo, que me saluda desde México. José Luis nació en Tremaya, pueblo en el que recayó nuestro mentor allá por el año 1943. Cuando Luis ejercía como maestro en la escuela de San Felices, cuenta que, acompañado por Clementino, el hijo del maestro de Herreruela, llegaba hasta Celada, subían por Valsemana hasta la Espina para caer así por gran pendiente sobre Tremaya. En ese cúmulo de recuerdos, Luis se detiene en la cantina, en la pradera donde se hacía el baile, en las eras donde se jugaba a las cartas y se adquirían pipas y almendras garrapiñadas. Luis recuerda también a la abundante mocedad de los pueblos inmediatos. Mi amigo y maestro nunca deja de asombrarme, porque tiene tantos rec uerdos que sería justo acudir a él para conocer muchas de las historias que los propios lugareños olvidaron.

El turismo en la Montaña

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Parece que hemos asumido bien la idea. Se trataba de engrasar todos los goznes que tuvieran algo que ver con el turismo. La Montaña Palentina, poco a poco, se ha llenado de casas rurales y de museos donde se recupera la memoria de nuestro más reciente pasado. Pero la losa de la emigración sigue pesando mucho. No hay gente para vivirla y los veranos son muy cortos. Por más que las empresas que lo explotan o lo administran se esfuercen en publicitarlo cada año, las perspectivas no son nada halagüeñas. Antes adolecíamos de infraestructuras. Ahora estamos equipados, pero la gente, a excepción de los puentes y las vacaciones, llega con cuentagotas, lo que viene a recordarnos una vez más que seguimos muy lejos de Palencia y que, si no lo complementamos con algo más, a la vuelta de unos años muchos pueblos se quedarán vacíos. Imagen: Las tuerces

Criterios y prioridades

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Un servidor, que vive lejos de su tierra, mira la noticia del diario y se frota los ojos. Esto es una inocentada del redactor de turno, piensa él, que ha visto con sus ojos la colegiata de su pueblo.Palabra que lo cierro y vuelvo a las cartas de los lectores que, un día tras otro, se quejan por los olores de los cerdos, sin que nadie, a excepción de quienes seguimos la noticia, vuelva sus ojos hacia ellos.Palabra que me rebelo contra estos políticos que todo lo convierten en material de cambio. El señor Armisén ha dicho en el Parlamento regional que «existen unos criterios de prioridad». Allí están a la espera de que se caigan las campanas que faltan, o la espadaña, y que el agua se meta por los muros. Este tío, y todos los que están "cuidando la región", tiene una lista de preferencias en la que no estamos apuntados. Hemos hecho un cultivo de su "criterio" y vemos una enfermedad vieja y terrible: el olvido. Cuídense mucho. Se contagia.

El lobo de Bernardino

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Yo insisto en recordar a mis paisanos y amigos la lectura reposada de “Las tradiciones etiológicas palentinas” (Núm. 32 de la Institución Tello Téllez de Meneses, 1972), donde se recoge con minuciosidad la historia de esta tierra, por qué tras determinada sentencia vino un pleito, a qué motivos se deben ciertos nombres, qué explicación puede darse a la fuentecilla que, en el lugar conocido como “las peñas del moro”, en el centro de la vinajera chica, viene mnando desde hace siglos, al revés de las otras, de arriba abajo, cayendo el agua gota a gota en una pila donde no se aprecia desagüe alguno y donde no se derrama nunca el agua. Misterios que Matías nos dejó en verso y que algún día explicará la metafísica. ESTE ARTÍCULO FORMA PARTE DEL LIBRO VER DOS VECES LAS COSAS FROILÁN DE LÓZAR, SEPTIEMBRE DE 2020 LECTURAS EN EL BLOG +DE 110 PUEDE SOLICITAR UN EJEMPLAR A TRAVÉS DE NUESTRO FORMULARIO DE CONTACTO