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Galleta amarga

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Todos tienen razón, pero son pocos. Es verdad que han cerrado empresas en muchos lugares por voluntad o quiebra. Aquí se quiere cerrar Fontaneda -como han dicho- porque la presión humana no les hará ningún efecto a quienes adquirieron la fábrica para jugar con ella. Quienes ahora desprecian su valor (porque nada les costó levantarla) se quedan tan frescos notificando al empleado un destino nuevo lejos de los suyos, lejos de la tierra que aman. Cuarenta añós después, resurge aquel efecto que parecía episodio para las hemerotecas, reaparece el fantasma de la emigración, notablemente desfigurado, porque no va la gente voluntaria a buscar futuro, sino obligados por cuatro danzantes que han dado la puntilla al sueño de un hombre llevado a lo más alto. Y es que yo me pregunto: ¿pero hay pena más grande que la muerte definitiva de una tierra? Tarde nos vamos dando cuenta de lo que pintamos para el mundo.

Parques eólicos

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A quienes han defendido por activa y por pasiva los parques eólicos, se les viene encima un verdadero impacto. Porque, más allá de las bondades de la supuesta riqueza que generan, van a invadirlo todo a una velocidad de vértigo. Lo que no se mueve para las carreteras, o para los centros de salud, vuela para la instalación de aerogeneradores, entendiendo nosotros, los profanos, que a igual velocidad entrará el dinero que se sirvan pagar por ello a los ayuntamientos u organismos palentinos. Toda la provincia de Palencia tendrá en el futuro muchos parques, lo dijo Marcelo de Manuel, pero me temo que en el norte crecerán como hongos. ¿Hay aire más puro que el que se ha respirado siempre en nuestra montaña? ¿A quién beneficia esto de verdad? Y sobre todo, interesa saber si se pondrá un límite o si se invertirán adecuadamente en nuestra zona las riquezas que genere. De la seccion del autor para la prensa: "Impresiones". Imagen: Rosario Yukatán desde Valberzoso

El prao de las angas

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Ahora recordamos, con ciertas dosis de incredulidad, muchas de las costumbres que marcaron las pautas en el entorno montañés. Muchas historias se han ido recogiendo en los libros, otras se transmitieron de boca en boca y, algunas no han trascendido porque quienes las conocían no consideraron oportuno divulgarlas. Antes de la boda, los padres de la novia recibían la pedida del novio. Llegó a mis oídos por varias fuentes una curiosa historia. El novio pidió a los futuros suegros el prao que lindaba con el suyo. La primera vez no llegaron a un acuerdo. El novio le pedía calma a la novia: "Tú no te preocupes, que aunque tu padre no me ceda el prao de las angas, yo me casaré contigo". Y cuentan que se casaron y vivieron felices. La poetisa del lugar elaboró la copla que explicaba el asunto: Gracias al prao de las angas sino, no tenemos boda. Ese es el amor que tiene el señor novio a la novia.

No y No a los desmontes

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Uno de los mayores movimientos de protesta que se han generado en la montaña, ha partido de Guardo. En Peñota, en la comarca de Pernía, el espectáculo era impresionante. Impresionante es poco. Era alucinante. En Barruelo, hace unos años, el pueblo entero se echó a la calle para decir ¡basta!. Y es bueno que, al margen de nuestros compromisos políticos o profesionales, gritemos de vez en cuando para que nos oigan, para que nadie se tome a la ligera el desfalco de un monte, aludiendo al hecho de un material que viene bien al empresario siempre y que genera ocho o diez puestos de trabajo. Es la primera vez que pienso que una protesta sirve aquí para algo si se sigue cuidando, porque no se trata de un grito aislado, ni de una queja pasajera, ni de un grupo pequeño o concreto. Me consta que varias personas que conocen y que aman de verdad el lugar donde nacieron, se han implicado hasta la médula para detenerlo. Y están dispuestos a obtener resultados. A favor de ese movimiento estamos

Javier, dixit

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Vivir al calor de la ciudad y poder salir de vez en cuando a disfrutar de la naturaleza, sin tener que pisar barro o boñigas todos los días, sin tener que ir al monte a cuidar el ganado o por leña, gritar que se está cerrados por la nieve o sin teléfono, desplazarse más de cien kilómetros o ir al médico y llamarse ecologista es fácil. Así cualquiera puede ser ecologista y estar enamorado del' oso pardo». No se puede decir más, ni mejor en pocas líneas. Javier Cuesta, sacerdote que ejerce en La Pernía, implicado en su comunidad (con los problemas y enemigos que ello conlleva, lo escribía en la revista "Sementera" hace un par de años. Todos estamos resentidos con grupos que llevan a rajatabla la defensa de la fauna, como si molestasen las gentes y las villas que se levantan en el entorno. Como si el hombre no importara o debieran trasladarse los pueblos para que los bichos retozasen en paz.