A quién le importa
Muchos años colaborando en la prensa no le dan a uno la razón sobre todas las cosas. Ni tan siquiera, sobre aquellos asuntos que conoce mejor, porque le han preocupado, porque ha vivido cerca, porque parte de su familia sigue al frente del cañón en una época tan controvertida y difícil para todas las partes. No hemos pedido una tribuna. Se nos ha concedido en base a una serie de normas que le dan en la cara al tío más pintado y que no aparecen escritas en ningún documento. Mi supuesta valentía o la equivocación que otros entienden en mis juicios, no me aporta ni hormonas, ni dinero negro, ni calidad de vida. Estoy empeñado —como suele decirse—, hasta las cejas en la defensa y la promoción de nuestra tierra. Ese no es el sueño de la gente normal. Uno nace, juega y se divierte, hasta que, según la tradición y el sentido común, entra en razón, se pone serio y se mete en la coraza suya, de su quehacer, de su negocio, de su familia, de “las casas de sus vidas”, de los “tri