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Un luthier en Ruesga

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Parece que el inventor del violín fue Andrea Amati, de Cremona, allá por el siglo XVI. Le siguió la familia Bergonzi. Luego se fueron sucediendo Luthiers de Milán, de Venecia, de Nápoles. A principios del XIX se hizo muy famosa la escuela de luthería francesa de Mirecourt, donde sobresalió la familia Vuillaume. En mi peregrinar por la red he visitado a Ricardo Alessia, un luthier argentino que inauguró su taller en 1989 y cada día se enfrenta a desafíos importantes e impensables. También he sabido de Carlos Arcieri, colombiano que vive y trabaja en Nueva York y que es considerado uno de los más destacados luthier de la actualidad y de Antonio Manjón, un luthier de Badalona que se define como artesano de la música y que expone en Alemania, Belgica, República Checa... ¡Cuánta gente se mueve por el mundo! Gente que vale, gente que, como los canteros levantaban las catedrales en la Edad Media, seleccionan con mimo su barniz, lucen y reparan los instrumentos para que vuelvan a

¿El hospital?¿Otro Golobar?

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A veces uno se tira casi una vida entera escribiendo de aquello que preocupa a la gente de la España rural, a la gente de nuestros pequeños pueblos de la montaña palentina. Y cuando uno echa una mirada al pasado, buscando balances positivos, la desolación es la palabra más suave que se me ocurre en estos momentos para definirlo. Uno se siente defraudado, desmotivado, sin el apoyo de quienes la gestionan y sin la implicación, salvo pequeñas excepciones, de quienes lo padecen. Pero uno sigue aquí a pesar de todo, que eso sí que son ganas de revolver en lo imposible. Por si esto no fuera suficiente para desengañarnos, parece que hasta la culpa la va a tener el mensajero por recordar aquí una vez tras otra que estamos ya a muchos años de aquellas promesas que se hicieron, y que sin la intención de llevarlas a cabo se siguen haciendo, para ponerle freno a esa tenaza de la despoblación y acercar lo más posible un hospital en condiciones a estos aislados pueblos. Mi amiga Marta Redond

El lado oscuro de las redes sociales

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No se puede, ni se debe bajar la guardia. Uno airea su vida. La mueve a modo de bandera en las redes sociales. Los más curtidos; a primera vista, los más preparados, el último grito humano, te dicen con un desparpajo que te deja perplejo, que no eres nadie si no estás en ellas. Si al teclear tu nombre en Google, te dice el servidor que no se encuentran resultados, malo. Ya puedes tener todos los títulos que quieras, que si no estás allí, no existes. Pero tampoco te deprimas por eso. Puedes tomarte una licencia poética, como que "vives sin vivir en ti", como el que vive pero no lo siente, como el que malvive esperando un final que no entiende. Además el tiempo va limando asperezas y a tenor de lo que se va viendo, tampoco es mala la clausura, pues parece que no figurar en esos campos " internetinos ", te ayuda a valorarte más, te devuelve al diálogo, uno puedo moverse sin espías de la ciudad al campo; en definitiva, uno puede sentirse tan útil en su pequeño barr

Pasión por el Románico

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Hace unos días he aprovechado mi semana libre para repostar en aquellos lugares que tanta nostalgia me provocan. Para degustar un cocido lebaniego en Potes, una lubina en la Posada de Camasobres, el menú degustación en "La Taba" de San Salvador y alubias con conejo en el restaurante "Pacho" de Cervera, amigos que me siguen por las redes sociales. En San Salvador me impresionaban gratamente las láminas que adornaban el pasillo del establecimiento, donde se muestra a plumilla una veintena de iglesias románicas del norte de la provincia. Un acierto que se suma a la mano exquisita en la cocina y que se traducirá próximamente en las jornadas gastronómicas que alcanza ya la dieciseisava edición. Al placer que se mete por el gusto en tantos rincones de nuestra montaña, hay que sumarle el que entra por los ojos al llegar a los sitios, esas ermitas en mitad de la nada, que estimulan los sentidos, alabando el quehacer anónimo de tantos artesanos como las dieron

¿Existe la felicidad?

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Todos hemos oído hablar de ella. Debe existir en una porción que no notamos; debe ser como la lotería, si es que existe. Notas que te ha tocado porque alguien te quiere mucho, porque la vida te sonríe en cualquiera de los campos donde juegas... pero no deja de ser como el jabón del que te impregnas durante unos instantes y que en seguida se va cañería adentro. Vengo con esta pregunta, al filo de otra Navidad y al filo de un informe que firma desde Nueva York un periodista para el Grupo Vocento y que ha hecho público recientemente la Universidad de Chicago. Aseguran allí que tener conciencia de ayudar a la gente es la razón por la que muestran tanta satisfacción los curas y los bomberos. También los fisioterapeutas, que alivian el dolor ajeno. En cuarta posición, los autores del estudio han situado a los escritores, cuya remuneración suele ser muy baja, en muchas ocasiones inexistente, verdad de la buena, pero que abre grandes claros de "felicidad" o lo que ellos vien