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Casas para pensar

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Ahora se pienso todo. O casi todo. Hasta hace pocos años la gente que se sentía atrapada por los olores y sabores de un pequeño pueblo de montaña compraba una casa y comenzaba una aventura, a veces excesiva, pues desaparecía la casa entera y sobre el solar se edificaba una vivienda que nada tenía que ver con la casa que todo el mundo conocía, aquí madera y piedra y, si acaso, un tejado con ripia nueva y relleno de tela asfáltica para evitar las goteras en invierno. De pronto alguien ha interpretado que a los edificios también se les hace daño, que reformarlos tanto es como arrancarles el pensamiento, las raíces bajo las que se criaron los dueños; los recuerdos, que siempre te devuelven a un momento lejano de la historia. Teniendo en cuenta todo esto y también que las casas tienen una especie de alma, Fernando Gallardo, crítico de "El País", encontró una casa que vendían sus dueños en Porquera de los Infantes y, sin destruirla, es más, sin tocarla, le llenaron de

Seguir, a pesar de todo

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Tengo la impresión, y en ocasiones lo he comentado aquí, que todo el esmero que nuestros antepasados pusieron para hacer más habitables estos pueblos se ha quedado relegado a un recuerdo. Eran otros tiempos, donde lo que se hacía para reparar calles o caminos, dependía de ellos mismos: ellos ponían el material y la mano de obra. No es malo que llevemos en la memoria a quienes nos parieron y nos enseñaron a valorar esto, aunque pasan los años y por más voluntad que uno pone de manifiesto, por más optimismo que uno procure rescatar de dentro, todo camina hacia el ocaso. A poco que uno pueda leer entre líneas,  hay como una manifestación de dolor en el ambiente que no se puede remendar. Pasa lo que pasaba entonces, cuando los pueblos estaban llenos de gente. Quienes juran defendernos no tienen disculpa, porque el dolor se ha hecho más provincial y ya saben lo que le duele a cada uno, dejándolos a veces hasta sin argumentos.  Males y problemas que se resumen en uno: la despoblación.

La tercera edad y la última

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Trabajadores y vecinos de Cervera miran preocupados estos días la amenaza de cierre que se cierne sobre la Residencia de Ancianos. Y causa estupor, porque una residencia quiere ser el último refugio de muchas personas que conocimos, no sólo por la amenaza de la entidad financiera, o la escasez de los recursos destinados a este fin por el gobierno regional sino, sobre todo, porque llegados a este punto, uno se da cuenta de que todos te quitan el paraguas cuando llueve, todos te niegan la ayuda cuando lo necesitas de verdad, y a los sacrificios de los trabajadores se suma la preocupación de quienes lo padecen en carne propia y que a lo único que aspiran es  a poder pasar sus últimos días en el entorno que los vio nacer. Viendo estas perspectivas en una de las localidades importantes de la zona, qué podemos esperar de la residencia que se ha construido recientemente en San Salvador y que las autoridades evalúan estos días sacar a concurso. Aunque tenemos  un ejemplo evidente

José Luis de Mier, inmemoriam

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No tenía urgencia por dedicar estas letras al amigo que se me ha ido. No tenía prisa porque, de algún modo, dedicarle algo a alguien que ya no está es ridículo si con ello se ha de demostrar una amistad pura. Y por otro lado, correr para decírselo a la gente es como querer echar más tierra encima para regresar cuanto antes, consumidos por la prisa, al trasiego diario. Conocí a José Luis con motivo de la fundación de Fuente Cobre. Él era el alma del prestigioso bufete "De Mier", a cuyo frente sigue ahora alguno de sus hijos, en Barcelona. El último encuentro que tuvimos fue el pasado verano, en su despacho de Santamaría de Redondo, un antiguo pajar convertido ahora en una surtida biblioteca, desde cuya ventana pueden verse uno de los símbolos de este valle: las peñas del Moro. Mientras revisaba los libros, disfrutaba de aquella inmensa y repleta biblioteca en medio de un pueblo al que José Luis siempre llevaba en el corazón. En Cervera de Pisuerga, el último domingo de

La carretera o el camino

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Después de muchos años dando tumbos por una carretera siempre defectuosa, la Junta de Castilla y León comenzó hace dos años las obras de mejora en la carretera que une las localidades de Cervera de Pisuerga y Piedrasluengas. Pero faltando la mitad, lo que se ha hecho hasta ahora -salvando algún trazado nuevo-, es un churro que nos devuelve a las andadas: baches y hundimientos a la altura de Vañes, curvas tan peligrosas como antes y lo que es peor, la amenaza de seguir teniendo un trayecto por el alto de las matas, cuando se podría salir por un camino recto y firme como estaba proyectado en uno de los planos, y si no puede ser Ligüérzana , porque nos salimos ya del mapa, pues puede ser un enlace a la carretera de Gramedo , que siempre nos quedará por delante Cervera. Más adentro de ese sentimiento interno que voy plasmando periódicamente en el Diario y en las redes sociales, se hace patente un pasotismo que acobarda.  En una de las reflexiones que lanzo en la página de faceb