El herrero de Villaoliva
Gabriel García Márquez escribió que "la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos". Quienes con más o menos fortuna nos dedicamos a hurgar en el pasado, buscando acontecimientos y documentación que nos sitúe en la vida de los nuestros, nunca descartamos una lección o un suceso por nimio que parezca. Y es cierto que, aquellos relatos donde se evidencia la penuria y los limitados recursos de nuestros pequeños pueblos, muchos años después de acaecidos, sólo pueden mirarse con el corazón, sin que dejen de importarnos, parafraseando a Machado, otro de nuestros grandes autores que escribió: "ni el pasado ha muerto, ni está el mañana ni el ayer escrito". En 1861, que ya ha nevado desde entonces, el pueblo de Villaoliva de la Peña, reunido en Concejo, decide contratar como herrero a Pedro Monje, un vecino de Guardo curtido en el oficio, a quien, siempre que cumpla con las condiciones que allí se estipulen, recibirá a cambio "nuebe&qu