Parada en Perazancas
Cuando pasan los años y miras de soslayo hacia el pasado, siempre se te abre una puerta para poner en orden tantos pasos como diste, sin fijarte de verdad en la importancia de aquellas pequeñas cosas que estaban en tu entorno retenidas, encerradas, desprotegidas. Palencia es un gran museo al aire libre, como titula una página de Facebook mi amigo Eduardo. Y mi querida amiga Margarita, que sabe vibrar con las pequeñas cosas, me lleva la tarde de un domingo cercano a Perazancas, una de las 27 localidades que le dan nombre a La Ojeda, ese territorio de transición entre Tierra de Campos y la Cordillera Cantábrica. Un pueblo que en el siglo XVIII contaba con 17 tejedores de lienzos y 11 cardadores de lana, capítulos que junto a otros de su cultura tradicional han sido recuperados en el Museo Etnográfico situado en las antiguas escuelas. Pues resulta que, estando retenidos ahí en su belleza y en el tiempo, siempre he pasado de largo ante una de las joyas del Románico Norte, uno de lo